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26.7.11

Fue un día de reyes en que pude zafar de la siesta, me habían regalado unas patas de rana. Calzado con esos absurdos triángulos de goma recorría el patio de baldosas calientes eludiendo cardúmenes, pulpos y peligrosos tiburones. Bajo el impiadoso sol de enero atravesé el pasillo y salí a la calle, estaba desierta, con dificultad caminaba por la vereda luciendo mi regalo.

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